lunes, 4 de enero de 2010

Artículo El periodista cavitado

El Periodista Cavitado
Por: Miguel Ruiz ·

Nuestro periodista decrepito y en fase decadente se dispone a participar en la aventura de nuevas tecnologías de la belleza, la cavitación.

Soy periodista, tengo 43 años y una prominente barriga fruto de mis años de sedentarismo, gin tonics utilizados a modo de lexatin para combatir el stress de ese artículo en el último minuto y horas delante de un ordenador buscando una luz inspiradora.

En mis años universitarios y a los treinta y pocos era guapo, atractivo, mi cuerpo conservaba aun ciertas huellas de una disciplina que buscó ser un Michael Jordan, un Maradona,…pero que se quedó en semifinalista provincial. Esto junto con mi facilidad de palabra, escritura y una creatividad digna de la mayor cruda realidad me convertían en un conquistador y un campeón en las mayores salas de exhibición nocturna de la capital.

Mi insoportable carácter ganador no aguanta verme decrepito, sin capacidad productora de feromonas en el sexo opuesto, sedentario, apático,…pero una madrugada atrapado en mi insomnio y tras uno de esos increíbles anuncios del Chef Tony, vi un reportaje sobre algo que llamaban cavitación, algo que identificaba con la ingeniera naval, pero que asociaban a la liposucción sin cirugía.

Mi temor a una simple extracción dental me había impedido siquiera barajar la posibilidad de un succión adiposa así que me interesó, ¿quizás fuera el primer paso para volver a ser un aspirante a Adonis? Rápidamente inserté en google el centro que mostraba el reportaje, Laser Natura Chueca y aparecieron amplias dosis de información sobre reducción del perímetro. Leí, pensé, y me quedé dormido.

Días después caminaba por Gran Vía cuando tras observar mi lamentable protuberancia abdominal y auto fustigarme decidí conocer, conocer más. Me fui adentrando en el barrio de Chueca y mi complejo de decadencia fue aumentando al ver cuerpos de photoshop, carentes de lípidos, que lucían altivos escotes bronceados y con folículos adiposos destruidos en sus camisas.

Entré en el recinto de aquel, parecía un continuo peregrinar de visitantes ávidos de milagros lourdianos como el mío. Llegó mi turno y me encontré voces acogedoras, cálidas y solventes en la materia que me detallaron el guión de un nuevo invento de la ciencia que permite fortalecer tu ego. Tumbado en una camilla y enseñando mis convexidades me aconsejaron tratarlas por mi bienestar psicológico y físico.

Así, que allá fui, a cavitarme, semana tras semana con disciplina prusiana, ayudado por la simpatía del personal se me hizo corto, relajante, pero ¿y los resultados? afortunadamente los que yo esperaba, gracias a que ya me advirtieron que no saldría siendo Brad Pitt. Perdí 5 cm en 8 sesiones, me notaba menos inflado, con una talla menos de pantalón, mejor, mi yo se había fortalecido…

La semana pasada fui a una conocida discoteca y me sentí que tenía capacidad, potencial de nuevo, y no es que a mi edad y estado lo vaya a utilizar. Tengo que continuar, seguir fortaleciéndome, cada semana vibraré en una de esas plataformas que anuncian después de mi amigo, el de los cuchillos mágicos, y volveré a que me coloquen uno de esos trajes espaciales que se inflan y te desinflan contemplando sonrisas mágicas.

Apolo, el periodista cavitado

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